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ReGeneración del 98 Miguel de Unamuno

Lista de enlaces sobre Miguel de Unamuno

El sentido de la vida para Unamuno

Unamuno no fue un filósofo sistemático y científico. Su tendencia filosófica está dentro de un vitalismo (influido por Kierkegaard), precursor del existencia...

Miguel de Unamuno

Miguel de Unamuno y Jugo fue un pensador, escritor, poeta y ensayista español. Nació el 29 de...

Poemas del Alma

Entre los más destacados escritores de la Generación del 98 se encuentra el brillante Miguel de Unamuno; nació en Bilbao el 29 de septiembre de 1864 y falleció en Salamanca el 31 de diciembre de 1936. Su versatilidad como artista es admirable: exploró tanto la novela, como el ensayo, el teatro y la poesía. En su adolescencia, presenció la toma de su ciudad durante la Tercera Guerra Carlista; esta experiencia, tan difícil de sobrellevar, se ve reflejada en su primera novela, titulada "Paz en la guerra".Se doctoró en Filosofía y Letras en la Universidad de Madrid, habiéndose recibido a los 19 años con altísimas calificaciones. Su procedencia y la lengua euskera fueron protagonistas de varios momentos importantes de su vida; sostenía que su idioma perecería, debido a que no sería posible la coexistencia de éste y el español en una misma región.Dentro de la narrativa, resaltan "Amor y pedagogía", "Niebla" y, su última novela, "Don Sandalio, jugador de ajedrez". De su poesía, profunda y magistralmente escrita, destacan los poemarios "El Cristo de Velázquez" y "Andanzas y visiones españolas". Quedan por mencionar algunas de sus obras teatrales, de un carácter pasional y renovador, como ser "La Esfinge" y "Medea", y su ensayo filosófico "La agonía del cristianismo", que gira entorno al vivir queriendo creer, pero sin poder.

unamuno

Miguel de Unamuno y Jugo nació en Bilbao
en 1864. La guerra carlista que vivió allí de
niño pasaría a ser tema de su primera novela, Paz en
la guerra. Unamuno estudió Filosofía y Letras en
Madrid, pero pasó casi todo el resto de su vida en Salamanca,
donde obtuvo la cátedra de griego e historia de la lengua.
Subió al rectorado de la Universidad de Salamanca en
1901.

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Unamuno

Unamuno
 Unamuno

Miguel de Unamuno: San Manuel Bueno, mártir.

CÁTEDRA DE POESÍA ESPAÑOLA CONTEMPORÁNEA

"Cátedra de Poesía Española Contemporánea" es un blog de poemas, artículos, apuntes, notas, comentarios, prosas y textos en general utilizados para mis clases de literatura española y para mis talleres literarios en diversas universidades. Su único interés es difundir la poesía de la península y ponerla al alcance de estudiantes y del público en general para su conocimiento y lectura.

Castilla y León | elmundo.es

El día que murió Unamuno 12 de octubre de 1936: histórica pelea verbal entre Unamuno y Millán-Astray que terminó con la desaparición del primero de la vida pública y su prematura muerte poco después.

Miguel de Unamuno (1864/09/29 - 1936/12/31)
  • biografía resumida, corta, vida; el quién, cómo, cuándo y dónde de Miguel de Unamuno . Miguel de Unamuno Filósofo y escritor español Nació el 29 de septiembre de 1864 en Bilbao (España). Hijo de Salomé de Jugo y de Félix de Unamuno
Web modernismo 98 y 14

Principales características de la novela, la poesía el teatro y el ensayo de Unamuno.

Miguel de Unamuno

Miguel de Unamuno y Jugo1 fue un escritor y filósofo español perteneciente a la generación del 98. En su obra cultivó gran variedad de géneros literarios como novela, ensayo, teatro y poesía. Fue, asimismo, diputado en las Cortes republicanas de 1931 a 1933 por Salamanca.[1] Fue nombrado rector de la Universidad de Salamanca tres veces; la primera vez en 1900[2] y la última, de 1931 hasta su destitución, el 22 de octubre de 1936, por orden de Franco.[3]

Poemas de Miguel de Unamuno WEBMASTER

EL CUERPO CANTA

  El cuerpo canta;
  la sangre aúlla;
  la tierra charla;
  la mar murmura;
  el cielo calla
  y el hombre escucha.



  LA LUNA Y LA ROSA

  En el silencio estrellado
  la Luna daba a la rosa
  y el aroma de la noche
  le henchía -sedienta boca-
  el paladar del espíritu,
  que adurmiendo su congoja
  se abría al cielo nocturno
  de Dios y su Madre toda...

  Toda cabellos tranquilos,
  la Luna, tranquila y sola,
  acariciaba a la Tierra
  con sus cabellos de rosa
  silvestre, blanca, escondida...
  La Tierra, desde sus rocas,
  exhalaba sus entrañas
  fundidas de amor, su aroma ...

  Entre las zarzas, su nido,
  era otra luna la rosa,
  toda cabellos cuajados
  en la cuna, su corola;
  las cabelleras mejidas
  de la Luna y de la rosa
  y en el crisol de la noche
  fundidas en una sola...

  En el silencio estrellado
  la Luna daba a la rosa
  mientras la rosa se daba
  a la Luna, quieta y sola.



  SOMBRA DE HUMO

  ¡Sombra de humo cruza el prado!
  ¡Y que se va tan de prisa!
  ¡No da tiempo a la pesquisa
  de retener lo pasado!

  Terrible sombra de mito
  que de mi propio me arranca,
  ¿es acaso una palanca
  para hundirse en lo infinito?

  Espejo que me deshace
  mientras en él me estoy viendo,
  el hombre empieza muriendo
  desde el momento en que nace.

  El haz del alma te ahuma
  del humo al irse a la sombra,
  con su secreto te asombra
  y con su asombro te abruma.



  MADRE, LLÉVAME A LA CAMA

  Madre, llévame a la cama.
  Madre, llévame a la cama,
  que no me tengo de pie.
  Ven, hijo, Dios te bendiga
  y no te dejes caer.

  No te vayas de mi lado,
  cántame el cantar aquél.
  Me lo cantaba mi madre;
  de mocita lo olvidé,
  cuando te apreté a mis pechos
  contigo lo recordé.

  ¿Qué dice el cantar, mi madre,
  qué dice el cantar aquél?
  No dice, hijo mío, reza,
  reza palabras de miel;
  reza palabras de ensueño
  que nada dicen sin él.

  ¿Estás aquí, madre mía?
  porque no te logro ver....
  Estoy aquí, con tu sueño;
  duerme, hijo mío, con fe.



  ¡HABLA, QUE LO QUIERE EL NIÑO!

  ¡Habla, que lo quiere el niño!
  ¡Ya está hablando!

  El Hijo del Hombre, el Verbo
  encarnado
  se hizo Dios en una cuna
  con el canto
  de la niñez campesina,
  canto alado.

  ¡Habla, que lo quiere el niño!
  ¡Hable tu papel, mi pájaro!

  Háblale al niño que sabe
  voz del alto,
  La voz que se hace silencio
  sobre el fango...
  Háblale al niño que vive
  en su pecho a Dios criando...

  Tú eres la paloma mística,
  tú el Santo
  Espíritu que hizo el hombre
  con sus manos...

  Habla a los niños, que el reino
  tan soñado
  de los cielos es del niño
  soberano,
  del niño, rey de los sueños,
  ¡corazón de lo creado!

  ¡Habla, que lo quiere el niño!
  ¡Ya está hablando!



  INCIDENTE DOMÉSTICO

  Traza la niña toscos garrapatos,
  de escritura remedo,
  me los presenta y dice
  con un mohín de inteligente gesto:

  "¿Qué dice aquí, papá?"

  Miro unas líneas que parecen versos.
  "¿Aquí ?" "Si, aquí; lo he escrito yo; ¿qué dice?
  porque yo no sé leerlo..."
  "¡Aquí no dice nada!", le contesté al momento.

  "¿Nada ?", y se queda un rato pensativa
  -o así me lo parece, por lo menos,
  pues ¿está en los demás o está en nosotros
  eso a que damos en llamar talento?-.

  Luego, reflexionando, me decía:
  ¿Hice bien revelándole el secreto?
  -no el suyo ni el de aquellas toscas líneas,
  el mío, por supuesto-.

  ¿Sé yo si alguna musa misteriosa,
  un subterráneo genio,
  un espíritu errante que a la espera
  para encarnar está de humano cuerpo,
  no le dictó esas líneas
  de enigmáticos versos?

  ¿Sé yo si son la gráfica envoltura
  de un idioma de siglos venideros?
  ¿Sé yo si dicen algo?
  ¿He vivido yo acaso de ellas dentro?

  No dicen más los árboles, las nubes,
  los pájaros, los ríos, los luceros ...
  ¡No dicen más y nos lo dicen todo!
  ¿Quién sabe de secretos?



  RIMAS


  1

  ¿Por qué esos lirios que los hielos matan?
  ¿Por qué esas rosas a que agosta el sol?
  ¿Por qué esos pajarillos que sin vuelo
  se mueren en plumón?

  ¿Por qué derrocha el cielo tantas vidas
  que no son de otras nuevas eslabón?
  ¿Por qué fue dique de tu sangre pura
  tu pobre corazón?

  ¿Por qué no se mezclaron nuestras sangres
  del amor en la santa comunión?
  ¿Por qué tú y yo, Teresa de mi alma
  no dimos granazón?

  ¿Por qué, Teresa, y para qué nacimos?
  ¿Por qué y para qué fuimos los dos?
  ¿Por qué y para qué es todo nada?
  ¿Por qué nos hizo Dios?


  2

  Cuando duerme una madre junto al niño
  duerme el niño dos veces;
  cuando duermo soñando en tu cariño
  mi eterno ensueño meces.

  Tu eterna imagen llevo de conducho
  para el viaje postrero;
  desde que en ti nací, una voz escucho
  que afirma lo que espero.

  Quien así quiso y así fue querido
  nació para la vida;
  sólo pierde la vida su sentido
  cuando el amor se olvida.

  Yo sé que me recuerdas en la tierra
  pues que yo te recuerdo,
  y cuando vuelva a la que tu alma encierra
  si te pierdo, me pierdo.

  Hasta que me venciste, mi batalla
  fue buscar la verdad;
  tú eres la única prueba que no falla
  de mi inmortalidad.



  ME DESTIERRO...

  Me destierro a la memoria,
  voy a vivir del recuerdo.
  Buscadme, si me os pierdo,
  en el yermo de la historia,

  que es enfermedad la vida
  y muero viviendo enfermo.
  Me voy, pues, me voy al yermo
  donde la muerte me olvida.

  Y os llevo conmigo, hermanos,
  para poblar mi desierto.
  Cuando me creáis más muerto
  retemblaré en vuestras manos.

  Aquí os dejo mi alma?libro,
  hombre?mundo verdadero.
  Cuando vibres todo entero,
  soy yo, lector, que en ti vibro.



  BLAS, EL BOBO

  Blas, el bobo de la aldea,
  vive en no quebrado arrobo;
  La aldea es de Blas el bobo,
  pues toda a Blas le recrea.

  Blas, que se crió desde niño
  sin padres, con madre moza,
  en una perdida choza,
  libre de carnal cariño;

  Blas, tradición la más pura,
  sabe todo el calendario,
  reza a la tarde el rosario
  y le ayuda a misa al cura.

  Gracias a Blas el bendito
  no descarga Dios su vara
  sobre la aldea, la ampara
  Blas, botón del infinito.



  A UN HIJO DE ESPAÑOLES

  A un hijo de españoles arropamos
  hoy en tierra francesa; el inocente
  se apagó-¡feliz él!-sin que su mente
  se abriese al mundo en que muriendo vamos.

  A la pobre cajita sendos ramos
  echamos de azucenas-el relente
  llora sobre su huesa-, y al presente
  de nuestra patria el pecho retornamos.

  "Ante la vida cruel que le acechaba,
  mejor que se me muera"-nos decía
  su pobre padre, y con la voz temblaba;

  era de otoño y bruma el triste día
  y creí que enterramos-¡Dios callaba!-
  tu porvenir sin luz, ¡España mía!



  VENDRÁ DE NOCHE

  Vendrá de noche cuando todo duerma,
  vendrá de noche cuando el alma enferma
  se emboce en vida,
  vendrá de noche con su paso quedo,
  vendrá de noche y posará su dedo
  sobre la herida.

  Vendrá de noche y su fugaz vislumbre
  volverá lumbre la fatal quejumbre;
  vendrá de noche
  con su rosario, soltará las perlas
  negro sol que da ceguera verlas,
  ¡todo un derroche!

  Vendrá de noche, noche nuestra madre,
  cuando a lo lejos el recuerdo ladre
  perdido agujero;
  vendrá de noche; apagará su paso
  mortal ladrido y dejará al ocaso
  largo agujero...

  ¿Vendrá una noche recogida y vasta?
  ¿Vendrá una noche maternal y casta
  de luna llena?
  Vendrá viniendo con venir eterno;
  vendrá una noche del postrer invierno...
  noche serena...

  Vendrá como se fue, como se ha ido
  -suena a lo lejos el fatal ladrido-,
  vendrá a la cita;
  será de noche mas que sea aurora,
  vendrá a su hora, cuando el aire llora,
  llora y medita...

  Vendrá de noche, en una noche clara,
  noche de luna que al dolor ampara,
  noche desnuda,
  vendrá... venir es porvenir... pasado
  que pasa y queda y que se queda al lado
  y nunca muda....

  Vendrá de noche, cuando el tiempo aguarda,
  cuando la tarde en las tinieblas tarda
  y espera al día,
  vendrá de noche, en una noche pura,
  cuando del sol la sangre se depura,
  del mediodía.

  Noche ha de hacerse en cuanto venga y llegue,
  y el corazón rendido se le entregue,
  noche serena,
  de noche ha de venir... ¿él, ella o ello?
  De noche ha de sellar su negro sello,
  noche sin pena.

  Vendrá la noche, la que da la vida,
  y en que la noche al fin el alma olvida,
  traerá la cura;
  vendrá la noche que lo cubre todo
  y espeja al cielo en el luciente lodo
  que lo depura.

  Vendrá de noche, sí, vendrá de noche,
  su negro sello servirá de broche
  que cierra el alma;
  vendrá de noche sin hacer ruido,
  se apagará a lo lejos el ladrido,
  vendrá la calma...
  vendrá la noche....



  ¿QUÉ ES TU VIDA...?

  ¿Qué es tu vida, alma mía?, ¿cuál tu pago?,
  ¡lluvia en el lago!
  ¿Qué es tu vida, alma mía, tu costumbre?
  ¡viento en la cumbre!

  ¿Cómo tu vida, mi alma, se renueva?,
  ¡sombra en la cueva!,
  ¡lluvia en el lago!,
  ¡viento en la cumbre!,
  ¡sombra en la cueva!

  Lágrimas es la lluvia desde el cielo,
  y es el viento sollozo sin partida,
  pesar, la sombra sin ningún consuelo,
  y lluvia y viento y sombra hacen la vida.



  Y ¿QUÉ ES ESO...?

  Y ¿qué es eso del Infierno?
  me dirás.
  Es el revés de lo eterno,
  nada más.

  Que yacer en el olvido
  del Señor
  es el infierno temido
  del Amor.



  EL ARMADOR AQUEL...

  El armador aquel de casas rústicas
  habló desde la barca:
  ellos, sobre la grava de la orilla,
  él flotando en las aguas.

  Y la brisa del lago recogía
  de su boca parábolas
  ojos que ven, oídos que oyen gozan
  de bienaventuranza.

  Recién nacían por el aire claro
  las semillas aladas,
  el Sol las revestía con sus rayos,
  la brisa las cunaba.

  Hasta que al fin cayeron en un libro,
  ¡ay tragedia del alma!:
  ellos tumbados en la grava seca,
  y él flotando en el agua.



  CASTILLA

  Tú me levantas, tierra de Castilla,
  en la rugosa palma de tu mano,
  al cielo que te enciende y te refresca,
  al cielo, tu amo.

  Tierra nervuda, enjuta, despejada,
  madre de corazones y de brazos,
  toma el presente en ti viejos colores
  del noble antaño.

  Con la pradera cóncava del cielo
  lindan en torno tus desnudos campos,
  tiene en ti cuna el sol y en ti sepulcro
  y en ti santuario.

  Es todo cima tu extensión redonda
  y en ti me siento al cielo levantado,
  aire de cumbre es el que se respira
  aquí, en tus páramos.

  ¡Ara gigante, tierra castellana,
  a ese tu aire soltaré mis cantos,
  si te son dignos bajarán al mundo
  desde lo alto!



  EL MAR DE ENCINAS

  En este mar de encinas castellano
  los siglos resbalaron con sosiego
  lejos de las tormentas de la historia,
  lejos del sueño
  que a otras tierras la vida sacudiera;
  sobre este mar de encinas tiende el cielo
  su paz engendradora de reposo,
  su paz sin tedio.

  Sobre este mar que guarda en sus entrañas
  de toda tradición el manadero
  esperan una voz de hondo conjuro
  largos silencios.

  Cuando desuella estío la llanura
  cuando la pela el riguroso invierno,
  brinda al azul el piélago de encinas
  su verde viejo.

  Como los días, van sus recias hojas
  rodando una tras otra al pudridero,
  y siempre verde el mar, de lo divino
  nos es espejo.

  Su perenne verdura es de la infancia
  de nuestra tierra, vieja ya, recuerdo,
  de aquella edad en que esperando al hombre
  se henchía el seno
  de regalados frutos. Es su calma
  manantial de esperanza eterna eterno.

  Cuando aún no nació el hombre él verdecía
  mirando al cielo,
  y le acompaña su verdura grave
  tal vez hasta dejarle en el lindero
  en que roto ya el viejo, nazca al día
  un hombre nuevo.

  Es su verdura flor de las entrañas
  de esta rocosa tierra, toda hueso,
  es flor de piedra su verdor perenne
  pardo y austero.

  Es, todo corazón, la noble encina
  floración secular del noble suelo
  que, todo corazón de firme roca,
  brotó del fuego
  de las entrañas de la madre tierra.

  Lustrales aguas le han lavado el pecho
  que hacia el desnudo cielo alza desnudo
  su verde vello.

  Y no palpita, aguarda en un respiro
  de la bóveda toda el fuerte beso,
  a que el cielo y la tierra se confundan
  en lazo eterno.

  Aguarda el día del supremo abrazo
  con un respiro poderoso y quieto
  mientras, pasando, mensajeras nubes
  templan su anhelo.

  En este mar de encinas castellano
  vestido de su pardo verde viejo
  que no deja, del pueblo a que cobija
  místico espejo.



  OFELIA DE DINAMARCA

  Rosa de nube de carne
  Ofelia de Dinamarca,
  tu mirada, sueñe o duerma,
  es de Esfinge la mirada.

  En el azul del abismo
  de tus niñas ? todo o nada,
  ¡ser o no ser!?, ¿es espuma
  o poso de vida tu alma?

  No te vayas monja, espérame
  cantando viejas baladas,
  suéñame mientras te sueño,
  brízame la hora que falta.

  Y si los sueños se esfuman
  ? el resto es silencio ?, almohada
  hazme de tus muslos, virgen
  Ofelia de Dinamarca.



  SALMO III

  ¡Oh, Señor, tú que sufres del mundo
  sujeto a tu obra,
  es tu mal nuestro mal más profundo
  y nuestra zozobra!

  Necesitas uncirte al infinito
  si quieres hablarme,
  y si quieres te llegue mi grito
  te es fuerza escucharme.

  Es tu amor el que tanto te obliga
  bajarte hasta el hombre,
  y a tu Esencia mi boca le diga
  cuál sea tu nombre.

  Te es forzoso rasgarte el abismo
  si mío ser quieres,
  y si quieres vivir en ti mismo
  ya mío no eres.

  Al crearnos para tu servicio
  buscas libertad,
  sacudirte del recio suplicio
  de la eternidad.

  Si he de ser, como quieres, figura
  y flor de tu gloria,
  hazte, ¡oh, Tu Creador, criatura
  rendido a la historia!

  Libre ya de tu cerco divino
  por nosotros estás,
  sin nosotros sería tu sino
  o siempre o jamás.

  Por gustar, ¡oh, Impasible!, la pena
  quisiste penar,
  te faltaba el dolor que enajena
  para más gozar.

  Y probaste el sufrir y sufriste
  vil muerte en la cruz,
  y al espejo del hombre te viste
  bajo nueva luz.

  Y al sentirte anhelar bajo el yugo
  del eterno Amor,
  nos da al Padre y nos mata al verdugo
  el común Dolor.

  Si has de ser, ¡oh, mi Dios!, un Dios vivo
  y no idea pura,
  en tu obra te rinde cautivo
  de tu criatura.

  Al crear, Creador, quedas preso
  de tu creación,
  mas así te libertas del peso
  de tu corazón.

  Son tu pan los humanos anhelos,
  es tu agua la fe;
  yo te mando, Señor, a los cielos
  con mi amor, mi sed.

  Es la sed insaciable y ardiente
  de sólo verdad;
  dame, ¡oh, Dios!, a beber en la fuente
  de tu eternidad.

  Méteme, Padre eterno, en tu pecho,
  misterioso hogar,
  dormiré allí, pues vengo deshecho
  del duro bregar.



  SONETOS

  1

  La oración del ateo

  Oye mi ruego Tú, Dios que no existes,
  y en tu nada recoge estas mis quejas,
  Tú que a los pobres hombres nunca dejas
  sin consuelo de engaño. No resistes

  a nuestro ruego y nuestro anhelo vistes.
  Cuando Tú de mi mente más te alejas,
  más recuerdo las plácidas consejas
  con que mi ama endulzóme noches tristes.

  ¡Qué grande eres, mi Dios! Eres tan grande
  que no eres sino Idea; es muy angosta
  la realidad por mucho que se expande

  para abarcarte. Sufro yo a tu costa,
  Dios no existente, pues si Tú existieras
  existiría yo también de veras.


  2

  Mi Dios hereje

  Aunque ellos me maldigan qué me importa
  si me bendices Tú, mi Dios hereje;
  tu santa diestra mi destino teje
  y Tú me enseñas que la vida es corta

  y muy larga la muerte. Me conforta
  Tu silencio mandándome no ceje
  que lanzar a este viento que nos mece
  mi voz que a inquietarse les exhorta.

  Mientras de mí, Señor, Tú no recabes
  que aquel nuestro secreto al fin divulgue
  yo de ellos no me quejo, ya lo sabes,

  y encuentro natural se me excomulgue;
  muy justo es que la Iglesia con las llaves
  del Pescador rascándose se espulgue.


  3

  Razón y fe

  Levanta de la fe el blanco estandarte
  sobre el polvo que cubre la batalla
  mientras la ciencia parlotea, y calla
  y oye sabiduría y obra el arte.

  Hay que vivir y fuerza es esforzarte
  a pelear contra la vil canalla
  que se anima al restalle de la tralla,
  y ¡hay que morir! exclama. Pon tu parte

  y la de Dios espera, que abomina
  del que cede. Tu ensangrentada huella
  por los mortales campos encamina

  hacia el fulgor de tu eternal estrella;
  hay que ganar la vida que no fina,
  con razón, sin razón o contra ella.


  4

  Señor, no me desprecies...

  Señor, no me desprecies y conmigo
  lucha; que sienta, al quebrantar tu mano
  la mía, que me tratas como a hermano,
  Padre, pues beligerancia consigo

  de tu parte; esa lucha es la testigo
  del origen divino de lo humano.
  Luchando así comprendo que el arcano
  de tu poder es de mi fe el abrigo.

  Dime, Señor, tu nombre, pues la brega
  toda esta noche de la vida dura
  y del albor la hora luego llega;

  me has desarmado ya de mi armadura,
  y el alma, así vencida, no sosiega
  hasta que salga de esta senda oscura.


  5


  La unión con Dios

  Querría, Dios, querer lo que no quiero;
  fundirme en Ti, perdiendo mi persona,
  este terrible yo por el que muero
  y que mi mundo en derredor encona.

  Si tu mano derecha me abandona,
  ¿qué será de mi suerte? Prisionero
  quedaré de mí mismo; no perdona
  la nada al hombre, su hijo, y nada espero.

  "¡Se haga tu voluntad, Padre!"-repito-
  al levantar y al acostarse el día,
  buscando conformarme a tu mandato,

  pero dentro de mí resuena el grito
  del eterno Luzbel, del que quería
  ser, ser de veras, ¡fiero desacato!


  6

  El fracaso de la vida

  Cuando el alma recuerda la esperanza
  de que nutrió su juventud comprende
  que la vida es engaño y luego emprende
  soñar que fue lo que no fuera; avanza

  así con sus ensueños, mas no alcanza
  lo que esperó; soñando se defiende
  y llega al fin Aquella que nos prende
  con el lazo de la última membranza.

  Para ver la verdad no hay mejor lumbre
  que la lumbre que sube del ocaso,
  y que luego el verdor trueca en herrumbre:

  lanzadera fatal urde el acaso
  de la vida en la trama la costumbre:
  toda vida a la postre es un fracaso.


  7

  La mar ciñe

  La mar ciñe a la noche en su regazo
  y la noche a la mar; la luna, ausente;
  se besan en los ojos y en la frente;
  los besos dejan misterioso trazo.

  Derrítense después en un abrazo,
  tiritan las estrellas con ardiente
  pasión de mero amor y el alma siente
  que noche y mar se enredan en su lazo.

  Y se baña en la obscura lejanía
  de su germen eterno, de su origen,
  cuando con ella Dios amanecía,

  y aunque los necios sabios leyes fijen,
  ve la piedad del alma la anarquía
  y que leyes no son las que nos rigen.


  8

  Horas serenas

  Horas serenas del ocaso breve,
  cuando la mar se abraza con el cielo
  y se despierta el inmortal anhelo
  que al fundirse la lumbre, lumbre bebe.

  Copos perdidos de encendida nieve,
  las estrellas se posan en el suelo
  de la noche celeste, y su consuelo
  nos dan piadosas con su brillo leve.

  Como en concha sutil perla perdida,
  lágrima de las olas gemebundas,
  entre el cielo y la mar sobrecogida

  el alma cuaja luces moribundas
  y recoge en el lecho de su vida
  el poso de sus penas más profundas.


  9

  Es una antorcha

  Es una antorcha al aire esta palmera,
  verde llama que busca al sol desnudo
  para beberle sangre; en cada nudo
  de su tronco cuajó una primavera.

  Sin bretes ni eslabones, altanera
  y erguida, pisa el yermo seco y rudo;
  para la miel del cielo es un embudo
  la copa de sus venas, sin madera.

  No se retuerce ni se quiebra al cuelo;
  no hay sombra en su follaje, es luz cuajada
  que en ofrenda de amor se alarga al cielo,

  la sangre de un volcán que enamorada
  del padre Sol, se revistió de anhelo
  y se ofrece, columna, a su morada.


  10

  La estrella polar

  Luciérnaga celeste, humilde estrella
  de navegante guía: la Boquilla
  de la Bocina que a hurtadillas brilla,
  violeta de luz, pobre centella

  del hogar del espacio; ínfima huella
  del paso del Señor; gran maravilla
  que broche del vencejo en la gavilla
  de mies de soles, sólo ella los sella.

  Era al girar del universo quicio
  basado en nuestra tierra; fiel contraste
  del Hombre Dios y de su sacrificio.

  Copérnico, Copérnico, robaste
  a la fe humana su más alto oficio
  y diste así con su esperanza al traste.


  11

  A mi buitre

  Este buitre voraz de ceño torvo
  que me devora las entrañas fiero
  y es mi único constante compañero
  labra mis penas con su pico corvo.

  El día en que le toque el postrer sorbo
  apurar de mi negra sangre quiero
  que me dejéis con él solo y señero
  un momento, sin nadie como estorbo.

  Pues quiero, triunfo haciendo mi agonía,
  mientras él mi último despojo traga,
  sorprender en sus ojos la sombría

  mirada al ver la suerte que le amaga
  sin esta presa en que satisfacía
  el hambre atroz que nunca se le apaga.


  12

  Ni mártir ni verdugo

  Busco guerra en la paz, paz en la guerra,
  el sosiego en la acción y en el sosiego
  la acción que labra el soterraño fuego
  que en sus entrañas bajo nieve encierra

  nuestro pecho. Rodando por la tierra
  al azar claro del destino ciego
  vida en el juego y en la vida juego
  buscando voy. Pues nada más me aterra

  que tener que ser águila o tortuga,
  condenado a volar o bajo el yugo
  del broquel propio a que no cabe fuga,

  y pues a Dios entre una y otra plugo
  dar a escoger a quien sudor enjuga
  ni mártir quiero ser ni ser verdugo.


  13

  Muerte

  Eres sueño de un dios; cuando despierte
  ¿al seno tornarás de que surgiste?
  Serás al cabo lo que un día fuiste?
  ¿Parto de desnacer será tu muerte?

  El sueño yace en la vigilia inerte?
  Por dicha aquí el misterio nos asiste;
  para remedio de la vida triste,
  secreto inquebrantable es nuestra suerte.

  Deja en la niebla hundido tu futuro
  ye tranquilo a dar tu último paso,
  que cuanto menos luz, vas más seguro.

  Aurora de otro mundo es nuestro ocaso?
  Sueña, alma mía, en tu sendero oscuro:
  "Morir... dormir... dormir... soñar acaso!"


  14

  De Fuerteventura a París

  A un hijo de españoles arropamos
  hoy en tierra francesa; el inocente
  se apagó-¡feliz él!-sin que su mente
  se abriese al mundo en que muriendo vamos.

  A la pobre cajita sendos ramos
  echamos de azucenas-el relente
  llora sobre su huesa-, y al presente
  de nuestra patria el pecho retornamos.

  "Ante la vida cruel que le acechaba,
  mejor que se me muera"-nos decía
  su pobre padre, y con la voz temblaba;

  era de otoño y bruma el triste día
  y creí que enterramos-¡Dios callaba!- 
  tu porvenir sin luz, ¡España mía!


  15

  Portugal

  Del atlántico mar en las orillas
  desgreñada y descalza una matrona
  se sienta al pie de sierras que corona
  triste pinar. Apoya en las rodillas

  los codos y en las manos las mejillas
  y clava ansiosos ojos de leona
  en la puesta del sol; el mar entona
  su trágico cantar de maravillas.

  Dice de luengas tierras y de azares
  mientras ella, sus pies en las espumas
  bañando, sueña en el fatal imperio

  que se le hundió en los tenebrosos mares,
  y mira cómo entre agoreras brumas
  se alza Don Sebastián, rey del misterio.


  16

  Noche de luna llena

  Noche blanca en que el agua cristalina
  duerme queda en su lecho de laguna
  sobre la cual redonda llena luna
  que ejército de estrellas encamina

  vela, y se espeja una redonda encina
  en el espejo sin rizada alguna;
  noche blanca en que el agua hace de cuna
  de la más alta y más honda doctrina.

  Es un rasgón del cielo que abrazado
  tiene en sus brazos la Naturaleza;
  es un rasgón del cielo que ha posado

  y en el silencio de la noche reza
  la oración del amante resignado
  sólo al amor, que es su única riqueza.


  17

  De vuelta a casa

  Desde mi cielo a despedirme llegas
  fino orvallo que lentamente bañas
  los robledos que visten las montañas
  de mi tierra, y los maíces de sus vegas.

  Compadeciendo mi secura, riegas
  montes y valles, los de mis entrañas,
  y con tu bruma el horizonte empañas
  de mi sino, y así en la fe me anegas.

  Madre Vizcaya, voy desde tus brazos
  verdes, jugosos, a Castilla enjuta,
  donde fieles me aguardan los abrazos

  de costumbre, que el hombre no disfruta
  de libertad si no es preso en los lazos
  de amor, compañero de la ruta.


  18

  ¿Por qué me has abandonado?

  Por si no hay otra vida después de ésta
  haz de modo que sea una injusticia
  nuestra aniquilación; de la avaricia
  de Dios sea tu vida una protesta.

  Que un anhelo sin pago así nos presta
  y envuelto de su luz en la caricia
  el dardo oscuro que al dolor enquicia
  en la raíz del corazón asesta.

  Tu cabeza, abrumada del engaño
  en la roca descansa que fue escaño
  de Prometeo, y cuando al fin te aplaste

  la recia rueda de la impía suerte,
  podrás, como consuelo de la muerte,
  clamar: "¿por qué, mi Dios, me abandonaste?"





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